Estimados compañeros
en la conducción del Colegio, queridos colegas educadores, señores padres y
familiares de nuestros estudiantes, queridos chicos.
En estos días tan
significativos para nuestro Colegio, próximos a la fiesta de nuestro Patrono,
el 21 de junio, y celebrando ahora la figura enorme de Manuel Belgrano y su
herencia, herencia que se plasma en la Bandera nacional, quisiera invitarlos a
la reflexión,
que nace de la experiencia y se plasma en la acción. Como enseña nuestro
Paradigma Pedagógico Ignaciano.
Les propongo
reflexionar sobre la Bandera como signo de libertad y distintivo común.
La escena que puede
ayudarnos es la de Belgrano con su ejército en Jujuy, la la frontera de nuestra
tierra, camino a Humahuaca, en 1812. Allí la enseña patria fue bendecida por
primera vez. 1812, una Frontera y una bandera.
¿Cuáles son nuestras
fronteras, en la Mendoza de 2013? ¿Qué bandera podemos izar allí? ¿Qué bandera
ofrecemos para que Dios bendiga?
Permítanme ensayar
algunas respuestas:
En primer lugar a quienes
hoy realizan su promesa de lealtad a la bandera nacional, chicos y chicas de 4° grado y de 2° año. Podría ser para ustedes
solo una formalidad, algo que hay que hacer, un acto escolar como tantos; si
así fuera habría que entenderlo, pues les toca crecer entre adultos que vivimos
prometiendo. Pero no se desanimen, pueden mejorar lo que están recibiendo. No
tengan miedo y no les de vergüenza dar su palabra y ser consecuentes con ella.
A partir de hoy, cuando icen cada mañana
la bandera nacional, recuerden que con ella puede levantarse una nueva
generación de niños y jóvenes auténticamente libres, amantes de la justicia, insatisfechos con el presente y
esperanzados por un futuro mejor. Belgrano estará muy contento, san Luis
Gonzaga también. En la frontera de la palabra vaciada de sentido ustedes dicen
hoy sí prometo y en el cielo irrumpe
una bandera de esperanza.
Queridos colegas docentes,
imaginémonos con Belgrano, con Ignacio, con san Luis Gonzaga; estamos como en
Jujuy de 1812, educando en la periferia, en la frontera, donde no hay bandera o
donde otros pretenden izar una distinta. Les propongo y les pido:
Que en la frontera
del desánimo y el desaliento: icemos la bandera de la esperanza y el
entusiasmo.
Que en la frontera de la mediocridad, la
superficialidad y el facilismo: icemos la bandera de la exigencia, la
profundidad, la excelencia.
Que en la frontera de la discriminación y la
exclusión, icemos la bandera del respeto de la diversidad, de la tolerancia
y el acompañamiento personal de cada uno.
Que en la frontera de
la deslegitimación de la tarea
docente, icemos la bandera del
profesionalismo, la formación permanente y el trabajo bien hecho en el aula y
fuera de ella.
Que en la frontera de
tanta confrontación y descalificación mutua: icemos la bandera de la
reconciliación y la amistad.
En la frontera de la queja estéril y la crítica dañina (¡cuánto
daño hacen en nuestras instituciones los pasillos y las salas docentes cuando
se infectan de queja estéril y de crítica dañina!) ante esta frontera, icemos
la bandera de la creatividad, de la proactividad, del compromiso.
En la frontera, donde
el enemigo pretende arrebatarnos la libertad, levantemos como Belgrano, como
Ignacio de Loyola, como Luis Gonzaga, la bandera de una apasionada educación de
excelencia.
A los padres aquí presentes, les toca educar
en la frontera de la “satisfacción empachante”, Belgrano tuvo que hacer lugar a
la enseña Patria mientras otros pretendían sostener el estandarte real. Hoy el
escenario es distinto, pero hay un estandarte que pretende regir nuestro modo
de ser padres y tiene que ver con la violenta oferta de consumo permanente. Comprar,
tener, comprar.
Cuando este estandarte
se mete en nuestras casas, se sienta en nuestra mesa o duerme con nosotros,
terminamos pseudosatisfechos, empachados de cosas, pero mal nutridos (y por
tanto inmunodeficientes ante las dificultades de la vida), ansiosos y esclavos.
En esta frontera pueden ustedes izar la bandera del encuentro personal, libre
de pantallas, con diálogos sin apuros, de
grandes valores, de pequeños
gestos. No hace falta comprar todo lo que nos venden para mitigar el miedo a
frustrar a nuestros hijos o a que nos rechacen por un “no” puesto a tiempo. Exigir,
a veces frustrar y estar presentes, puede ser un camino de libertad y alegría.
Por último quisiera
decir unas palabras a nuestros chicos de quinto
año. Queridos chicos, hace algunos días colgaron sus banderas en el contexto
de la presentación de sus buzos, una práctica que se ha ido instalando en
nuestra provincia y que como colegio hemos querido asumir y acompañar.
Qué hubiera hecho
Belgrano, o Ignacio de Loyola al ver esas banderas que ustedes pintaron con sus
propias manos. Seguramente se hubieran puesto contentos. En primer lugar porque
se organizaron para pintarlas. También por algunos de los “hilos de su
contenido”.
Con estas tres
banderas quizá se pueda hacer una sola. Es necesario construir una bandera que los
distinga, un distintivo que llevar en pocos meses a las fronteras en las que
estarán como ex alumnos.
En medio de una
propuesta social de “uniformidad consumista”, de “igualismo atontante”, de “facilismo
enanista”. Ustedes podrán ofrecer una
bandera que anuncie algo distinto, que haga
la diferencia, una bandera que diga no a la droga, al alcohol y a tantas
formas de adicción, y que diga sí a un
modo distinto de vivir la juventud.
¿En qué se distingue
la bandera del san Luis Gonzaga de tantas otras...?
Les doy una pista que
en realidad nos han dado ustedes a nosotros: Para lograr esta diferencia habrá
que trenzar en toda la tela los hilos de la divinidad, así ya no será solamente
la bandera de un proyecto humano, sino que tendrá el flamear de las cosas
divinas. Y como todas las cosas del Dios de Jesús, perseguirá altos ideales,
querrá levantarse en el corazón de todos, aborrecerá la discriminación y la
exclusión y se apasionará por una amistad auténtica y duradera, buscará el
respeto y el cuidado de los más vulnerables, procurará que se custodie el
planeta… Será una bandera libre, liberadora y alegre. Son los hilos de la “divina
locura” que se robó el corazón de Ignacio, de Belgrano, de Luis
Gonzaga.
En la frontera de los
caprichos infantilizantes, esta bandera podría anunciar que hay jóvenes que desean
jugársela por lo que quieren. “Hacemos lo que queremos”, pero no
un querer impuesto desde afuera que podría terminar siendo una imitación de lo
que hace todo el mundo. La libertad es ser capaces mirar todo de elegir el
bien! Y si lo que quieren no les hace bien, no lo hagan, no lo elijan, aún
cuando tengan ganas. Y cuando no puedan hacer lo que quieran –que les va a
pasar- entonces quieran lo que hacen.
Así, en la frontera
de la perversa manipulación silenciosa de las libertades juveniles (tan
rentable para quienes comercian con su salud, con su seguridad, y con su
futuro) habrá una bandera que hace la diferencia, bordada con hilos de divina
locura, cuyos seguidores se distinguen porque quieren, eligen y hacen lo que les hace bien a sí
mismos y a los demás. Que esta sea su bandera común.
Muchas gracias.
Prof. Lic. Julio Navarro Sanz
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