Estimados
Compañeros de tarea:
Permítanme
robarles la atención unos minutos, quisiera enmarcar el brindis de esta noche,
ponerle palabras a lo que estamos viviendo y quisiéramos vivir.
Hace ya
varias semanas, planificando con el equipo de conducción el segundo semestre y
puntualmente el mes de septiembre, se nos ocurrió esta idea de unificar para fortalecer. Quiero decir,
integrar las numerosas celebraciones de estos días (día del maestro, del
profesor, del preceptor, del secretario, del celador, etc.) en una sola
celebración que nos convoque a todos y en la que se exprese el denominador
común que compartimos. La misión de ser educadores ignacianos, la convicción de
no estar aquí por casualidad, la certeza de haber sido llamado como hombres,
como mujeres, a trabajar con los demás (entre nosotros) y por los demás
(nuestros estudiantes).
Fue así que
soñamos en esta noche. No sé si fue la mejor opción. Quizá alguno extrañó los
modos tradicionales de celebrar que existen en el colegio, quizá otro esperaba
otra cosa… si es así les pido disculpas. Pero sepan que la intención de quienes
nos toca conducir, ha sido poder decirle a cada uno y a todos: “Gracias por tu
tarea cotidiana, gracias por ser parte de esta comunidad educadora que trabaja en
una misión tan noble y en una tarea tan importante”.
El
agradecimiento es para la espiritualidad ignaciana un pilar fundamental que
abre, que oxigena, que nos pone en el mundo con una mirada esperanzadora y nos
hace expulsar lejos el virus del desánimo, la amargura y la tristeza. Hoy
siento una honesta y profunda gratitud por el trabajo de cada uno y quiero
decirlo claramente.
La gratitud, el agradecimiento es entonces uno de los marcos de
este brindis.
El segundo
marco tiene que ver con la Historia,
el presente y el futuro. Aquel martes de Pascua en que asumí como
Rector tomé mi primera decisión de gestión, fue muy práctica, muy operativa,
muchos de ustedes lo deben recordar: Encomendé a Dios por medio de María a
tantos que por largos años han dejado en las paredes del colegio su impronta,
su esfuerzo, su sacrificio. Mencioné a la maestra que me dio la bienvenida en
primer grado y al profesor que me despidió. La memoria agradecida de estos
hombres y mujeres es nuestro deber y nuestra conveniencia. Nos permite entender
nuestro presente, valorar nuestro trabajo y apostar a un futuro en el que serán
otros los que valoren y se nutran de lo que hoy sembramos.
Miramos el
pasado no para añorarlo, tanto la añoranza como el hacer nido en las propias
heridas puede ser un veneno muy dañino. Miramos el pasado para respetarlo,
rendirle homenaje, agradecerlo e impulsar así nuestra renovada tarea presente.
Aquella
mañana de Pascua los encomendé también a cada uno de ustedes y lo hago
diariamente. Porque entiendo que tenemos el presente para hacer historia.
Porque está en nuestras manos una porción del futuro. Nuestros niños y jóvenes.
Por la historia, el presente y el futuro
también vale la pena que brindemos esta noche.
En tercer
lugar brindo por la diversidad de
este equipo de educadores: Celadores, profesores, de nivel inicial, de nivel
primario, de nivel secundario, agentes de pastoral, administrativos, miembros
del DSA, preceptores, secretarios, directivos, estudiantes. Roles distintos,
formación distinta, edades distintas. Distintos talentos y una misión común.
Brindo para
que podamos encontrar en la diversidad la riqueza, para que sepamos tolerar
nuestras diferencias, para que demos pasos en orden al trabajo en compañía, en
compañía de Jesús y entre nosotros, para que sigamos construyendo un solo
colegio en el que se forman redes de colaboración.
Porque somos muchos, porque somos
distintos y porque esto nos enriquece también quiero brindar.
Y por último
les comparto un anhelo, un sueño que me quita el sueño y no es una metáfora. Poder seguir dando pasos significativos de
profesionalismo, en orden a un pensamiento y una práctica pedagógica
profunda, un pensamiento y una práctica que se animen al cambio, que busque la
excelencia, que nos distinga por la calidad de nuestro servicio educativo. Es
verdad que hay cosas que nos desaniman, pero no tenemos derecho a bajar
nuestras aspiraciones. Podemos ser y tenemos que ser en medio de nuestra
sociedad un colegio que se distinga por la excelencia en el modo de proceder.
Quien nos
recibe cada mañana en la puerta, quien cobra una cuota, quien limpia un aula,
quien prepara y desarrolla una clase, quien organiza un campamento, quien
atiende a un padre, quien gestiona y conduce. Todos podemos ser cada vez mejor.
Tenemos cosas muy buenas que hay que sostener. Y tenemos también muchas cosas
por mejorar. Podemos y debemos ser cada vez una mejor institución.
Este es mi
anhelo que termina de enmarcar el brindis que les propongo.
Agradecimiento, historia, presente y
futuro, riqueza en la diversidad y deseo de excelencia educativa me permiten
decirles FELIZ DÍA DEL EDUCADOR Y SALUD!
Julio Navarro
Sanz
Rector
General
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