jueves, 29 de noviembre de 2012

Palabras del Rector el día del educador


Estimados Compañeros de tarea:
Permítanme robarles la atención unos minutos, quisiera enmarcar el brindis de esta noche, ponerle palabras a lo que estamos viviendo y quisiéramos vivir.
Hace ya varias semanas, planificando con el equipo de conducción el segundo semestre y puntualmente el mes de septiembre, se nos ocurrió esta idea de unificar para fortalecer. Quiero decir, integrar las numerosas celebraciones de estos días (día del maestro, del profesor, del preceptor, del secretario, del celador, etc.) en una sola celebración que nos convoque a todos y en la que se exprese el denominador común que compartimos. La misión de ser educadores ignacianos, la convicción de no estar aquí por casualidad, la certeza de haber sido llamado como hombres, como mujeres, a trabajar con los demás (entre nosotros) y por los demás (nuestros estudiantes).
Fue así que soñamos en esta noche. No sé si fue la mejor opción. Quizá alguno extrañó los modos tradicionales de celebrar que existen en el colegio, quizá otro esperaba otra cosa… si es así les pido disculpas. Pero sepan que la intención de quienes nos toca conducir, ha sido poder decirle a cada uno y a todos: “Gracias por tu tarea cotidiana, gracias por ser parte de esta comunidad educadora que trabaja en una misión tan noble y en una tarea tan importante”.
El agradecimiento es para la espiritualidad ignaciana un pilar fundamental que abre, que oxigena, que nos pone en el mundo con una mirada esperanzadora y nos hace expulsar lejos el virus del desánimo, la amargura y la tristeza. Hoy siento una honesta y profunda gratitud por el trabajo de cada uno y quiero decirlo claramente.
La gratitud, el agradecimiento es entonces uno de los marcos de este brindis.
El segundo marco tiene que ver con la Historia, el  presente y el futuro.  Aquel martes de Pascua en que asumí como Rector tomé mi primera decisión de gestión, fue muy práctica, muy operativa, muchos de ustedes lo deben recordar: Encomendé a Dios por medio de María a tantos que por largos años han dejado en las paredes del colegio su impronta, su esfuerzo, su sacrificio. Mencioné a la maestra que me dio la bienvenida en primer grado y al profesor que me despidió. La memoria agradecida de estos hombres y mujeres es nuestro deber y nuestra conveniencia. Nos permite entender nuestro presente, valorar nuestro trabajo y apostar a un futuro en el que serán otros los que valoren y se nutran de lo que hoy sembramos.
Miramos el pasado no para añorarlo, tanto la añoranza como el hacer nido en las propias heridas puede ser un veneno muy dañino. Miramos el pasado para respetarlo, rendirle homenaje, agradecerlo e impulsar así nuestra renovada tarea presente.
Aquella mañana de Pascua los encomendé también a cada uno de ustedes y lo hago diariamente. Porque entiendo que tenemos el presente para hacer historia. Porque está en nuestras manos una porción del futuro. Nuestros niños y jóvenes.
Por la historia, el presente y el futuro también vale la pena que brindemos esta noche.
En tercer lugar brindo por la diversidad de este equipo de educadores: Celadores, profesores, de nivel inicial, de nivel primario, de nivel secundario, agentes de pastoral, administrativos, miembros del DSA, preceptores, secretarios, directivos, estudiantes. Roles distintos, formación distinta, edades distintas. Distintos talentos y una misión común.
Brindo para que podamos encontrar en la diversidad la riqueza, para que sepamos tolerar nuestras diferencias, para que demos pasos en orden al trabajo en compañía, en compañía de Jesús y entre nosotros, para que sigamos construyendo un solo colegio en el que se forman redes de colaboración.
Porque somos muchos, porque somos distintos y porque esto nos enriquece también quiero brindar.
Y por último les comparto un anhelo, un sueño que me quita el sueño y no es una metáfora. Poder seguir dando pasos significativos de profesionalismo, en orden a un pensamiento y una práctica pedagógica profunda, un pensamiento y una práctica que se animen al cambio, que busque la excelencia, que nos distinga por la calidad de nuestro servicio educativo. Es verdad que hay cosas que nos desaniman, pero no tenemos derecho a bajar nuestras aspiraciones. Podemos ser y tenemos que ser en medio de nuestra sociedad un colegio que se distinga por la excelencia en el modo de proceder.
Quien nos recibe cada mañana en la puerta, quien cobra una cuota, quien limpia un aula, quien prepara y desarrolla una clase, quien organiza un campamento, quien atiende a un padre, quien gestiona y conduce. Todos podemos ser cada vez mejor. Tenemos cosas muy buenas que hay que sostener. Y tenemos también muchas cosas por mejorar. Podemos y debemos ser cada vez una mejor institución.
Este es mi anhelo que termina de enmarcar el brindis que les propongo.
Agradecimiento, historia, presente y futuro, riqueza en la diversidad y deseo de excelencia educativa me permiten decirles FELIZ DÍA DEL EDUCADOR Y SALUD!
Julio Navarro Sanz
Rector General

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